"Isaac Asimov es aburrido"
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"Isaac Asimov es aburrido"
Los lazos entre la literatura y la ciencia fueron el centro de la charla con el escritor y divulgador Carlos Chimal en el Café Scientifique ITESO.
Enrique González
Viajar es importantísimo para Carlos Chimal (Ciudad de México, 1954).
Este escritor y divulgador de la ciencia hizo el trayecto de la carrera de Química Industrial a la de Letras Hispánicas en la UNAM; luego pasó de los campos de futbol americano a un taller literario con Augusto Monterroso; más tarde haría las maletas para irse de la revista científica que fundó a principios de los ochenta y aterrizar de país en país para entrevistar a numerosos galardonados con el Premio Nobel.
El invitado a la sesión del Café Scientifique ITESO del martes 3 de noviembre recordó sus primeros "viajes". Chimal era un niño cuando la fiebre causada por el paludismo le provocó alucinaciones y, gracias a su madre, en medio de aquellos desvaríos cortesía de la enfermedad se puso a leer a Salgari, a Hawthorne y a Kipling, entre otros escritores.
"Y pensé que el viaje era lo más fascinante, que estaba haciendo viajes mentales a India, a Oriente", compartió Chimal en uno de los rincones de la Casa ITESO Clavigero, finca ideada por Luis Barragán, otro hombre que sabía las riquezas que traía viajar.
El autor de Luz interior. Conversaciones sobre ciencia y literatura o Armonía y saber: en busca de una idea estética de la ciencia dijo que normalmente se piensa que viajar debe llevar a algún sitio, pero también es posible hacerlo sin ningún destino, y conforme se avanza, se va teniendo un nuevo elemento de conocimiento.
"¡Esto es una maravilla!"
Con la tarea de darle un nuevo sentido a la prácticamente nula divulgación científica en la prensa mexicana, Chimal echó a andar la revista del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional aplicando una fórmula distinta: "No hay que poner a escribir a los científicos".
Como no encontró periodistas fiables para acometer aquel reto, decidió asumirlo. Eran los principios de los ochenta y, según Chimal, empezaban a pasar muchas cosas en el mundo de la ciencia.
"Se estaban inventando la telefonía celular, las primeras celdas solares; se estaba pasando de la biología celular a la genética molecular, a las primeras técnicas de manipulación genética… ¡Estaba explotando el mundo!", narró emocionado Chimal, quien recordó el momento en que ignoró al escritor José Agustín cuando le sugirió dejar el proyecto.
"¡No, José, estás mal, esto es una maravilla, están pasando cosas importantísimas, trascendentales, que como novelista tienes que vivirlas!"
Minutos después, Chimal expuso en la actividad, que también formó parte del XIII Festival Cultural Universitario, su ideario como periodista científico.
"Decidí que no debería hacer un periodismo científico express, como estos amigos del New York Times o el London Times o el Corriere della Sera que llegan y en dos horas quieren que el físico les diga la neta del planeta, se van y hacen su reportaje. Está bien, los respeto, pero no… Lo que yo hago es estar dos, tres meses ahí y hacer lo que se llama ‘vida de laboratorio', para convivir con ellos, encontrar los detalles humanos".
Asimov, no; Sigüenza y Góngora, sí
Las filias de Chimal quedaron plasmadas durante el Café Scientifique ITESO, sobre todo las relacionadas con pensadores que han alternado su imaginación con la ciencia, el arte y su pasión por el potencial de la mente y la técnica humanas: Platón, Martin Kemp o Julio Verne. A los que no les fue nada bien fue a algunos clásicos de la ciencia ficción.
"La mayor parte de la ciencia ficción es aburrida, repetitiva, con historias absurdas, tomaduras de pelo, excepto los pioneros como Jules Verne, pero ya los siguientes como Philip K. Dick, ¡y sobre todo Issac Asimov!, son aburridos, son evangelizantes, son un asco", señaló tajante el colaborador de la revista Letras Libres y en su momento de Vuelta, que encabezaba otro Nobel: Octavio Paz.
"Acabo de terminar de escribir una novela en la que me tardé tres años sobre la vida de Carlos de Sigüenza y Góngora, el sabio criollo del siglo XVII. Es fascinante. Ahí es donde puedes ejercer tu imaginación".
Foto: Lalis Jiménez
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